Una encuesta realizada en la población de Malargüe devela que si bien los jóvenes no son la población de riesgo más vulnerable frente al COVID-19, si son los más propensos a sufrir algún deterioro en su salud mental.
Síntomas depresivos, estrés, estado de ánimo decaído, y agotamiento emocional son algunas de las manifestaciones psicológicas que pueden presentar las personas puestas en aislamiento social y obligatorio. Así lo demuestra la Fundación INECO en una reciente investigación que buscó precisar el impacto psicológico en la tercera semana de confinamiento en la población de Malargüe, Mendoza.
El mismo fue realizado a personas entre 18 y 26 años y develó principalmente, que más de un tercio de la población correspondiente a la muestra manifestó la presencia de síntomas depresivos o ansiosos en niveles moderados a severos.
Específicamente en lo que respecta a depresión, más de un 50% de los participantes presentaron síntomas asociados al cuadro. Para explicar este fenómeno, se establece una relación entre los síntomas anímicos y el estado de ánimo subjetivo. Esto significa que los que consideran tener un estado de ánimo “regular”, indican tener más síntomas depresivos o ansiosos.
Asimismo, más de un 60% de la población consultada advierte haber percibido un riesgo medio o bajo de contagio del virus. En consecuencia, la investigación deja entrever que el rango etario estudiado se encuentra en una posición de desventaja en relación costo-beneficio de las medidas adoptadas de confinamiento, si se lo compara con los grupos que suponen mayor riesgo. Al compararlo con la muestra obtenida del mismo estudio, pero a nivel nacional, uno de los principales hallazgos es la tendencia mayor de síntomas ansiosos en las poblaciones de jóvenes de Malargüe, donde un 28% presentó niveles de ansiedad moderados o severos que puede trasladarse en síntomas como: sensación de peligro inminente, problemas para concentrarse, cansancio, aumento del ritmo cardíaco y nerviosismo, entre otras.
A pesar de que los jóvenes puedan experimentar la sensación de soledad a causa de la imposibilidad de tener contacto con otros y las limitaciones en su vida social, la investigación muestra que este síntoma parecería no estar correlacionado con los estados depresivos o ansiosos.
Partiendo de la premisa de que el cerebro de los adolescentes posee una mayor vulnerabilidad en relación a la regulación emocional y una menor capacidad de pensamiento a largo plazo, el estudio concluye que, aunque no se trate de un grupo de mayor riesgo en cuanto a la severidad de la enfermedad respiratoria, podría ser un grupo en riesgo psicológico que a futuro puede presentar una patología.
Fuente: Fundación Ineco